Manual elaboracion de Velas y Figuras de Cera de Abeja

INTRODUCCIÓN

El Renacimiento de las Velas

En la antigüedad las velas junto con las lámparas y antorchas eran las únicas fuentes de luz artificial con las que el hombre contaba. Ocupando las velas un lugar especial en la realización de ceremonias. Su origen es tan antiguo como la civilización humana, en las tumbas egipcias se han hallado trozos de velas que conservan su flexibilidad original. También en las playas se ha encontrado cera proveniente de antiguos naufragios, conservando todas sus propiedades naturales, su utilización siempre ha estado asociada a fines místicos. 

En las diferentes culturas han sido usadas como medio de comunicación con los dioses, dándole diversos significados por ejemplo se ha dicho que el cuerpo de la vela (cera) representa al cuerpo físico del ser humano, el pabilo se refiere a la mente y la llama al espíritu. No importando que creencia religiosa se tenga, las velas siempre han estado presentes desde el hogar más humilde hasta en templos, altares y palacios. A pesar de encontrarnos en esta era de la energía eléctrica, las velas no han dejado de ejercer su gran y extraño atractivo, por esta razón se han empleado y se emplean en variadas ocasiones y en no pocos rituales sociales y religiosos. 

Celebrar un acontecimiento, cautivar el ambiente, oficiar una liturgia religiosa y prefigurar una atmósfera romántica, son momentos que bien valen encender una vela, pero en la actualidad se ve un gran renacimiento en el interés y gusto por las velas, ya sean como medio de iluminación, decorativas, para usos rituales o para meditación y relajación, etc. Antes se usaba solo cera de abejas para fabricar velas, lo cual ocurrió durante siglos. 

En la actualidad, a pesar de existir infinidad de sustitutos de menor precio, la cera de abejas se considera el único material adecuado para fabricar velas litúrgicas. Las velas de cera nunca se doblan por el calor, tampoco ahuman o despiden olores desagradables. La cera fundida es un líquido espeso, pesado, que no satura la mecha y produce una llama pequeña, casi circular, y muy blanca, tanto que emite una luz más intensa que las llamas alargadas y fuliginosas que emiten la mayor parte de los sucedáneos.





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